27 junio 2011

LOS BENEDICTINOS Y EL MOSTEIRO DE SAMOS

  LOS BENEDICTINOS Y EL MOSTEIRO DE SAMOS



Si hay algo que debemos tener claro es que allí donde existió o existe un Monasterio, Mosteiro en galego, hay siempre un espectacular entorno natural.
En los montes de Pedrafita, llenos de bellos parajes, existe un valle atravesado por el río Oribio y allí , en sus orillas hay un Mosteiro, Samos.
Samos esta habitado por una comunidad de monjes benedictinos, posiblemente, la más antigua de Galicia entre las actuales comunidades religiosas, y aunque parezca mentira es poco conocida pero darla a conocer no es el motivo de esta entrada; mi pretensión no es otra que la de contar algunas peculiaridades de tan “singular” Monasterio.
Empezaré por relatar que en el siglo X, siendo obispo de de Lugo don Ero, fueron expulsados todos los monjes; vamos que disolvieron la comunidad seguramente por haberse apartado de las reglas. En aquellos tiempos, y bien cerca, existía una comunidad monástica en Penamaior (Santa María de Lourenzo de Penamaior, hoy desaparecido, aunque existen algunos vestigios como la iglesia-abadía) regida por un abad-santo, Virila.
San Virila fue el encargado de recuperar el orden perdido enviando a Samos algunos de sus monjes; quizás fuera él mismo en persona, si fue capaz de salir de su ensoñación, pues se dice que nuestro San Virila anduvo ensimismado trescientos años escuchando cantar a un ruiseñor, eso dice la leyenda; lo cierto es que recuperó el perdido prestigio del monasterio y desde aquel momento brillo con gran esplendor.
No es mi intención hablar de la historia oficial u oficiosa del monasterio; los monjes de Samos disponen de su propia pagina web (http://www.abadiadesamos.com/) y en ella describen cuanto consideran de interés, aunque seguramente que hay otros puntos de vista.
Samos, tiene tras sí muchos años de historias colectivas e individuales, algunas de gran transcendencia en la historia de Galicia, no hay duda, pero mi deseo es mostrar simples acontecimientos o anécdotas relacionadas con el Monasterio y su comunidad religiosa.
Una maravilla de capilla dedicada a San Salvador conocida por la capilla del Ciprés, es la edificación más antigua, ella y la presencia del milenario ciprés, abren la puerta a muchos misterios; plantar arboles protectores en las moradas de los humanos, es una costumbre de pagana que proviene de la cultura celta y da pie a las leyendas...
En mi juventud, me contaron: “que en los tiempos de María Castaña, un monje pecador mantenía, con abuso, relaciones carnales con una guapa y prometida moza...enterado su novio de tal circunstancia acudió en busca de ayuda a un afamado “meigallo” que le proporciono un extraño bebedizo capaz de transformarle en lobo ...tiempo después, en una cerrada noche de invierno, el impúdico y lujurioso monje fue hallado muerto, descuartizado a los pies del ciprés víctima del ataque de un un feroz y hambriento lobo”...

En los años cincuenta del pasado siglo,  época de mi infancia, no era raro ver a los monjes recorriendo las aldeas en busca de donativos para el sostenimiento de la comunidad. Así conocí a Fray Miguel al que años después encontré regentando un local dedicado fundamentalmente a “facer queimadas” en A Coruña.    Fue un encuentro increíble que se produjo con motivo de una visita profesional a la Junta de Obras del Puerto; un amigo y compañero, aprovechando mi estancia me llevó a tan peculiar lugar. Primero me sorprendió el hecho de no ver ningún cartel con el nombre del establecimiento; únicamente había una puerta metálica pintada de negro en la que podía verse una flecha y una letras, en rojo, en las que podía leerse “A trescientos metros, el cementerio” Una vez dentro, aún perplejo, descubrí en el centro del local un gran caldero, colgando de una “gramalleira” (especie de cadena de hierro) y a su lado, un hombre ataviado con un larga túnica y extensa cabellera, portando en la cabeza un hermoso casco del que destacaban dos “lindos y enormes cuernos”, similares a los usados por los vikingos... en el extraño ritual, aquel hombre que recitaba en peculiar “conxuro” mientras preparaba “queimadas” plato fuerte del establecimiento, me recordó un rostro conocido; la vida y como fue lo cuento; reconocí a Fray Miguel y él me reconoció “por el nieto de aquella piadosa mujer que era mi abuela Basilisa”; por cierto que así es como realmente se llama el monasterio: San Julian y Santa Basilisa de Samos, aunque los benedictinos no lo publican y casí nadie lo recuerde, a mi me gusta recordar aquellos tiempos. 

Años en que los monjes elaboraban el licor, “Benedictine”. que por cierto dejaron de fabricar y vender, según dicen, por culpa del pleito que sostuvieron con los benedictinos franceses. Más tarde continuaron produciendo el mismo licor, de igual y desconocida formula, que llamaron Pax y del que no volví a saber más ¡con lo rico que sabía!. Hubo rumores en el sentido que se perdió la formula con el fallecimiento del hermano conocedor de ella o que se quemó en un incendio .¿Quien sabe? El último gran incendio del que tengo conocimiento se produjo en los años cincuenta y fue mucho después cuando iniciaron la comercialización de licores por tanto la falta de producción se deberá a otras circunstancias o ea un misterio que merece ser descubierto...
Acercaros a Samos, tened la certeza que el monasterio por si solo, bien merece una visita, así que, no dudéis en acercaros, merece la pena y ademas es una zona bien equipada para complacer al turismo; incluso el propio mosteiro cuenta con hospedería. El Mosteiro de San Xulian e Santa Basilisa de Samos te espera.