10 enero 2011

ANCARES, TERRAS DE FABÚLA


Pintura al oleo
En las largas noches de invierno, en las aldeas de los montes y sierras orientales gallegas, entorno al fuego de la lareira se han escuchado cuentos y leyendas que se transmitían de generación en generación. Entre los cuentos orales tradicionales hay uno que siempre me llamó la atención, quizás por ser bastante distante de nuestros usos y costumbres; El Árbol de las Tres Naranjas.
Da comienzo el cuento, como no, con un príncipe de un lejano país cuando este ve caer una cesta que una anciana lleva cargada en la cabeza, llena de huevos y la escucha exclamar: ¡Vallanme as tres Marías do Amor!
Después de estas palabras a las que nuestro príncipe no encuentra significado, ...y para seguir el hilo del relato. El príncipe se dedica a recorrer el mundo montado en un hermoso caballo blanco al que llamaremos pensamiento.
Pregunta aquí, pregunta allá; pregunta que te pregunta, acaba dando con una mora (no sé porque no se dice bruja) que se siente importunada y le maldice: ¡Ogalla vaias dar á árbore das tres laranxas! La maldición, aunque no sabe muy bien porque, le preocupa pero ya que se ha puesto a buscar As Tres Marías do Amor, no es cosa de abandonar. Busca aquí, busca allá, busca que te busca, llega a la casa de las estrellas donde es atendido por una vieja, más vieja que el tiempo, y... le envía a preguntar a la casa de el Sol. El Sol que nada sabe, lo remite a la casa de la Luna, y llegó la Luna, para decirle que nada sabía de la morada das Tres Marías do Amor, eso si, y gentilmente, le aconsejo ir en busca del viento. El viento en viendo al príncipe montado en tan hermoso caballo, pensando ser más rápido, le retó a galopar a su lado si ciertamente quería conocer la morada de las Tres Marías del Amor. Acelera el viento al Norte, galopa al Sur, corre al Este y vuela al Oeste, siempre con el príncipe cabalgando a su lado, cuando no adelantándole. Viendo que no podía ganar a pensamiento, paró finalmente a descansar en el centro de un valle rodeado de montañas con nieves perpetuas y allí señaló ¡Ai tes a morada das tres Marías do Amor, en aquel hermoso jardín; viven no árbore das tres laranxas! ¡El árbol de las tres naranjas! y... ¡tate! ¡Se acordó dela maldición de la mora!... ¡Cogió las tres naranjas y salio de allí corriendo!. Las naranjas eran, claro está, princesas encantadas, y el guapo príncipe pudo elegir, y en pudiendo eligió a la más bonita, hermosa, modosa, y todas esas cosas... y felizmente enamorados, retornaron para su pazo, que es como se llama a los palacios en Galicia.... Colorin, colorado...
¡No!¡No puede acabar así el cuento; no sin que vuelva a entrar en escena la malvada mora!. ¿Para que? ¡Para hechizar a la bella princesa y convertirla en una vieja y arrugada mujer! ¿Se librara del hechizo? ¿Como? ¡Esto es cosa de otro cuento!... Porque es un cuento y cuenta con muchos y variopintos ingredientes, que sino, habría que preguntarse por la holgazanería de tan poco caritativo y viajero príncipe, y porque tiene que ir tan lejos a buscar princesas para casarse, y porque le maldice la mora y porque... Sí quieres saber que pasó después, tendrás esperar o que lo averigüe o buscar a quienes recuerdan y mantienen estos cuentos de tradición oral