Publicado íntegramente en marzo de 2006
MÁGICA REPÚBLICA ANCAREÑA
actualizado en Mayo de 2011 se publicara por entregas
(Todos los Derechos protegidos ID.2402713)
-4-
La magia parece que actuó sobre la primera publicación de esta entrada;
difumino las fotos y el texto y sin saber como,
de un día para otro...desapareció incluso la especial dedicación
a las gentes del Concello de Baralla
XARDONMANROFERLas tierras altas de los Erviasos y Nerviasos, no son otras que los actuales Ancares y en ellos se encuentra el castro de Cervasos donde se vive una frenética actividad. Es un día radiante especialmente para Weife, el domador de toros, valeroso jefe guerrero que no es capaz de mantenerse sereno pues se halla perturbado desde el momento en que su mujer entró en el Painen, así se llama al lugar de los partos, donde alumbran las mujeres de la tribu y que está preparado para cuando es necesario.
Es increíble y parece mentira; el temible guerrero no cesa de rondar con la maza en la mano, alterado, nervioso, deambulando sin rumbo, tan irascible que nadie osa dirigirle la palabra y menos acercarse. Reina el ajetreo y llega con nitidez el llanto de la vida, el alarido de la feliz maternidad, suena con fuerza, es el indicador inconfundible que anuncia la llegada de una nueva vida y más aún, ¡Es varón! Weife siente la euforia de todo progenitor; se encuentra satisfecho, colmado, la estirpe de su sangre tiene sucesión y heredero.
En el poblado, los gritos de jubilo estallan al unísono, el jefe de los guerreros, encantado con su paternidad, es zarandeado repetidamente con alborozo y al tiempo que las mujeres abandonan el lugar de los partos con la madre; feliz mujer que cumple con la esperanza de perpetuar la familia.
Los hombres se entregan a festejar, mientras las mujeres del castro que han asistido a Ecle durante el alumbramiento, lavan al niño con las aguas de manantiales de nueve fuentes que fueron almacenadas en nueve vasijas y recogidas al alba; calentadas y ahumadas con muérdago, conforme al ritual de los antepasados, así él recién nacido, sera protegido por los espíritus de las aguas y respetado por ellas.
Cesa el vapuleo de Veife cuando las manos extendidas de Ecle le entregan al vástago, entonces, en su rostro relajado, puede apreciarse nítidamente, como la ternura ha invadido su cara; el feliz padre levanta la vista al cielo, alza al niño y emite con fuerza “Hei...iíí... Cheivenfeiiiii” ...Y resonó por todos los valles.
Con el niño en sus brazos se dirigió a Evei y, el sacerdote, al pie de la Gran Piedra Blanca y cuando los rayos del sol centellean sobre ella, clamó, ¡este es mi nieto, Eifen, hijo de Veife, protégelo y haz que su vida sea guiada por tus estrellas!. El Guía, guardián del Circulo, el poderoso mago Evei, deposita al recién nacido sobre la piedra y reclama la protección de Cheivenfei, ruega a los genios y los Dioses menores que amparen a su nieto.
Tras este ritual, en Cervasos el sol brilla con más energía.
¡Ha nacido un guerrero! Y con él, los Ancareños, los sucesores de los Esvarios y lo festejaron, siendo bendecidos por días luminosos y noches estrelladas, hasta el Alba se vistió con sus trajes más esplendorosos...
Pasan los años en los Ancares, entretanto la vida discurre con normalidad en Cervasos viendo el pasar de las noches y los días y el crecer de Eifen, hijo de Weife, nieto de Evei que es ya todo un hombre, grande, fuerte y ágil; bien entrenado, osado y valiente. Goza de gran prestigio como cazador de osos y recorre con ansia las tierras ancareñas en busca de aventuras: su atrevimiento es tal que le lleva a realizar expediciones de caza en solitario a los lugares más insólitos y lejanos. Para él todo es aventura y aprovecha cualquier circunstancia: en esta ocasión ha dado muerte a un enorme oso pardo y cuando, enfrascado en desollarlo, es atacado por una enfurecida osa a la que logra dar muerte, tras larga lucha, saliendo tan mal parado que hasta perdió los sentidos. Por ventura, poco a poco fue recobrándose aunque estaba herido de gravedad; como buenamente pudo, arrastrándose entre la frondosa vegetación, logró evadirse del lugar en busca de un refugio en previsión de más ataques.
Ha pasado la noche oculto y en silencio, soportando estoicamente los dolores cuando un gratificante sonido de agua llama su atención, como buenamente puede se encamina hacia su procedencia. Aparta las ramas del saúco, y ante sus ojos aparece un verde prado, el más hermoso que ha visto, al fondo, frente a él, formando una cortina de agua formada por chorros que vierten en cascada sobre un cristalino lago. A duras penas consigue incorporarse, trastabillando se dirige a ellos pero agotado por el esfuerzo, cae sobre la blanda hierba, inerte, desmayado.
Cuando recobra la conciencia, se halla rodeado de Dríadas que le están contemplando asombradas, tienen sus brazos extendidos sobre su cuerpo y no tardan en levantarlo, con suma facilidad, como si de una pluma se tratara, lo transportan tras los chorros, por una escarpada senda, hasta la angosta entrada de una gruta, y desfallece.
Al pasar el tiempo, ante el calor del fuego, cuidado por la ninfa del agua, Valda, su protectora, la que inspira a su abuelo Evei, recupera los sentidos, mirando incrédulo a la hermosa Dumia, ungiendo sus heridas, prestándole amorosos cuidados. Su amada que ha permanecido sin apartarse de su lado durante los días y noches en los que estuvo luchando por su vida, yendo y viniendo en sueños al “otro lado”... Nunca supo como fue capaz de regresar al castro.
Con el niño en sus brazos se dirigió a Evei y, el sacerdote, al pie de la Gran Piedra Blanca y cuando los rayos del sol centellean sobre ella, clamó, ¡este es mi nieto, Eifen, hijo de Veife, protégelo y haz que su vida sea guiada por tus estrellas!. El Guía, guardián del Circulo, el poderoso mago Evei, deposita al recién nacido sobre la piedra y reclama la protección de Cheivenfei, ruega a los genios y los Dioses menores que amparen a su nieto.
Tras este ritual, en Cervasos el sol brilla con más energía.
¡Ha nacido un guerrero! Y con él, los Ancareños, los sucesores de los Esvarios y lo festejaron, siendo bendecidos por días luminosos y noches estrelladas, hasta el Alba se vistió con sus trajes más esplendorosos...
Pasan los años en los Ancares, entretanto la vida discurre con normalidad en Cervasos viendo el pasar de las noches y los días y el crecer de Eifen, hijo de Weife, nieto de Evei que es ya todo un hombre, grande, fuerte y ágil; bien entrenado, osado y valiente. Goza de gran prestigio como cazador de osos y recorre con ansia las tierras ancareñas en busca de aventuras: su atrevimiento es tal que le lleva a realizar expediciones de caza en solitario a los lugares más insólitos y lejanos. Para él todo es aventura y aprovecha cualquier circunstancia: en esta ocasión ha dado muerte a un enorme oso pardo y cuando, enfrascado en desollarlo, es atacado por una enfurecida osa a la que logra dar muerte, tras larga lucha, saliendo tan mal parado que hasta perdió los sentidos. Por ventura, poco a poco fue recobrándose aunque estaba herido de gravedad; como buenamente pudo, arrastrándose entre la frondosa vegetación, logró evadirse del lugar en busca de un refugio en previsión de más ataques.
Ha pasado la noche oculto y en silencio, soportando estoicamente los dolores cuando un gratificante sonido de agua llama su atención, como buenamente puede se encamina hacia su procedencia. Aparta las ramas del saúco, y ante sus ojos aparece un verde prado, el más hermoso que ha visto, al fondo, frente a él, formando una cortina de agua formada por chorros que vierten en cascada sobre un cristalino lago. A duras penas consigue incorporarse, trastabillando se dirige a ellos pero agotado por el esfuerzo, cae sobre la blanda hierba, inerte, desmayado.
Cuando recobra la conciencia, se halla rodeado de Dríadas que le están contemplando asombradas, tienen sus brazos extendidos sobre su cuerpo y no tardan en levantarlo, con suma facilidad, como si de una pluma se tratara, lo transportan tras los chorros, por una escarpada senda, hasta la angosta entrada de una gruta, y desfallece.
Al pasar el tiempo, ante el calor del fuego, cuidado por la ninfa del agua, Valda, su protectora, la que inspira a su abuelo Evei, recupera los sentidos, mirando incrédulo a la hermosa Dumia, ungiendo sus heridas, prestándole amorosos cuidados. Su amada que ha permanecido sin apartarse de su lado durante los días y noches en los que estuvo luchando por su vida, yendo y viniendo en sueños al “otro lado”... Nunca supo como fue capaz de regresar al castro.
En los Ancares también hay tiempo para el amor y en Cervasos surge entre los jóvenes libre y espontáneo. Las historias se suceden. Dumia la más hermosa de las hijas de Viar, el gran pastor, se encuentra pastoreando el ganado; ella no lo sabe, pero esta siendo observada. En la espesura del bosque, Eifen la esta mirando con embeleso. Permanece inmóvil, escondido en la frondosa vegetación pero no es el único que acecha. En la espesura boscosa, unos extraños movimientos, llaman su atención y le llegan los sonidos de osos, y efectivamente, puesta a dos pies, oteando, hay una hembra de oso de pelaje pardo. El carnicero mamífero, olfatea el ganado y junto a ella hay dos crías, el riesgo es inminente, Eifen no duda, rápido se acerca a su caballo, extrae la pértiga con la larga y afilada punta de hierro, arma su brazo mientras, acuciada por el hambre, la osa sale de la espesura tras los vacunos desmandados, en su necesidad de comida no advierte la presencia del hombre, ni el peligro que para ella representa. La vara sale del potente brazo de Eifen, firme y veloz; penetra por la espalda del plantígrado, atravesándolo por completo, el plantígrado se revuelve con un rugido de muerte y cae inerte ante Eifen. Los oseznos se acercan a la hembra, prácticamente muerta, no les importa la presencia del humano, lamen su sangre intentando cerrar las heridas. Eifen, aprovecha la circunstancia para capturarlos y laceados los sujeta para evitar su huida.
Dumia, ha contemplado la escena paralizada, sin dar crédito a lo que esta viendo, incapaz de reaccionar y cuando los brazos de Eifen rodean su cuerpo, se ciño a él buscando amparo. Eifen no desea otra cosa que abrazarla, arroparla, protegerla y mostrarle todo el amor que lleva dentro. Con enternecedor cariño, acariciando su pelo, sintiendo palpitar de su corazón, el tiritar de su cuerpo, se afana en calmar a la asustada mujer y ella, sintiéndose protegida, va relajándose, entregándose a las sensaciones del cuerpo, sin contenerse, y liberando los instintos, ambos jóvenes rodaron entrelazados por el verde prado. Se entregaron a satisfacer el deseo de sus cuerpos, las sensaciones y los estremecimientos no saciaban sus apetencias, empapados en los sudores, exaltados y apasionados, no concluyeron de amarse hasta quedar extenuados, profundamente dormidos.
Con la llegada de Arbo se organizó una algarabía: todos se disputaban el derecho de alojarle y agradar, tal es su sentido de la hospitalidad. Eiven tuvo que intervenir para mediar y establecer la forma que permitiera complacer a todos.
Dumia, ha contemplado la escena paralizada, sin dar crédito a lo que esta viendo, incapaz de reaccionar y cuando los brazos de Eifen rodean su cuerpo, se ciño a él buscando amparo. Eifen no desea otra cosa que abrazarla, arroparla, protegerla y mostrarle todo el amor que lleva dentro. Con enternecedor cariño, acariciando su pelo, sintiendo palpitar de su corazón, el tiritar de su cuerpo, se afana en calmar a la asustada mujer y ella, sintiéndose protegida, va relajándose, entregándose a las sensaciones del cuerpo, sin contenerse, y liberando los instintos, ambos jóvenes rodaron entrelazados por el verde prado. Se entregaron a satisfacer el deseo de sus cuerpos, las sensaciones y los estremecimientos no saciaban sus apetencias, empapados en los sudores, exaltados y apasionados, no concluyeron de amarse hasta quedar extenuados, profundamente dormidos.
A la mañana siguiente, Veife y su hijo Eifen se dirigieron a la palloza de los Viar para pactar las condiciones de la unión de los jóvenes, dando paso a grandes festejos.
Establecido el oportuno convenio, Dumia paso a pertenecer al clan de Evei, Veife, se sentía honrado por los dioses, lo vislumbrado por, su padre Evei,verdadero adivino, sé ha cumplido y sabe que los dioses bendicen a Eifen, el destino espera al que será, el gran guerrero de los Ancares.
Nadie en Cervasos duda de sus genios protectores pero en el caso de Eifen su genio vino en forma de extraño viajero que encontró desfallecido, prácticamente sin vida, en las cercanías del clan de los Vilachá. Lo cargo en su montura y así se presentó en el castro. En forastero fue bien recibido, no por haber sido introducido por Eifen, el alto grado de hospitalidad que practican los ancareños es por todos conocido, y aunque no venía en busca del viento, ni de la protección del circulo o tampoco a venerar a Cheivenfei, fue acogido y auxiliado.
El exótico viajero proviene de las tierras del sur, viste túnica blanca bajo una capa caracalla, De nombre Arbo, se presenta como predicador del monoteísmo cristiano. Sus creencias las difunde desde la honradez y reconocimiento de otras religiones, de hecho los ancareños son como sus antepasados, politeístas, la adoración que profesan a Cheivenfei, no es exclusiva y también se encomiendan a otras divinidades.Con la llegada de Arbo se organizó una algarabía: todos se disputaban el derecho de alojarle y agradar, tal es su sentido de la hospitalidad. Eiven tuvo que intervenir para mediar y establecer la forma que permitiera complacer a todos.
Arbo, prisionero de la hospitalidad, pernoctó y convivió con todas y cada una de las familias del poblado, y por todas fue agasajado: permaneció todo el invierno en Cervasos aunque no hubiera podido abandonarles hasta no haber cumplido, al menos un día con cada una de ellas, hubiera sido imposible dejarles a causa de las nieves caídas que hacían imposible transitar fuera de Cervasos, el castro quedaba aislado, al igual que todas las aldeas de los Ancares, todos los inviernos.
Arbo es condiscípulo de Prisciliano, esconde con astucia las respuestas a preguntas para las que no tiene clara contestación, insinúa que su dios, es como Cheivenfei, para seguir difundiendo la idea de un único Dios. Cuenta que Dios a creado a los hombres y mujeres iguales, y este mensaje cala profundamente entre las mujeres de la tribu que ostentan esta condición; lo dice con el corazón lleno de fe pero se aplica en su máxima, “el que sabe, calla”. Omite y silencia muchos de sus pensamientos, incluso que su maestro fue declarado hereje y brujo por sus correligionarios y decapitado: omite también que es perseguido para ser escarmentado.
El misionero priscilianista en su larga estancia en Cervasos, ostentando la condición de privilegiado, disfruto del baño caliente, gozo en mujer sin desposarse y se deleito con sus costumbres sin privarse de nada.
Con el comienzo de la primavera, el forastero abandona Cervasos con inmensa pena, en la creencia de haber convertido a sus habitantes a la fe cristiana. Va en busca de otras gentes, no lejos, a la primera aldea. Tras él, agitando los brazos en señal de despedida, Evei sonríe irónicamente, conocedor de los augurios que el futuro le depara, le despide con un ¡Que Cheivenfei te guié!
ESPERO QUE OS GUSTE, en la siguiente entrega MÁGICA REPÚBLICA ANCAREÑA -5- Tenemos UNA CITA EN CERVASOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario