CONTOS, LEENDAS E HISTORIAS DA COMARCA DE ANCARES
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Especialmente dedicado a mis amigos de la infancia
XARDONMANROFER
Ante
el
fuego,
acogido
en
su
calor,
intentando
en
vano
aliviar
los
dolores
reumáticos
Benito
das
Grovas
desgrana
pausadamente
sus
recuerdos;
historias
próximas,
reales
o
ficticias,
según
se
quiera
o
se
mire,
tal
es
el
caso
de
las
aventuras
y
desventuras
de
Domingo
do
Rego...
Benito
das
Grovas
siempre
comienza
igual
sus
relatos:
Acordarme,
acordome,
non
moi
ben,
pero
me
acuerdo:
Dicen
que
anochecía
cuando
Domingo
do
Rego
salió
de
la
aldea
montado
en
su
blanca
yegua,
siguiendo
la
senda
de
tralagar
camino
de
Xudrio
y
que
se
le
vio
desaparecer
tras
vadear
el
Neira...Después,
todo
fueron
habladurías.
Del
rubio y
atractivo mozo nunca
más
se
supo.
Benito
das Grovas aprovecha el interés de la concurrencia para introducir
una alegoría “Los que vienen a este mundo, no eligen ni donde, ni
cuando, pero de poder hacerlo, muchos elegirían nacer en la Casa do
Rego”. No hay duda del señorío e hidalguía de los Rego que se
remonta a los tiempos del rey Don García; así lo atestigua el
escudo de armas que tienen en la fachada de su casa.
Domingo
vino a este mundo llorando desaforadamente y antes del tiempo
previsto por la naturaleza; tal vez tuviera prisa por salir, tanta
que su madre estuvo a punto de malparirlo y gracias a los cuidados de
la mujer del maestro Don Vicente logró conservarlo hasta los siete
meses.
Desde
ese
mismo
momento
quedó
marcado
por
la
prisa
y
el
deseo
de
hacer
las
cosas
con
urgencia
nunca
le
abandonaría.
Prisas
para
crecer
y
aprender,
para
amar
y
ser
amado,
para
comerse
el
mundo,
y
argumentos
no
le
faltaban.
Apuesto
e
inteligente
y
rico,
podía
permitirse,
sino
todo,
casí
todo.
Las
jóvenes
suspiraban
por
su
amor
y se
decía,
en
aquellos
tiempos,
que
no
había
mejor
mozo
en
toda
la
ribera,
ni
estampa
más
bonita
que
la
que
formaba
Domingo
a
lomos
de
su
blanca
yegua.
Jinete
y
caballo
parecían
estar
hechos
el
uno
para
el
otro.
Muy
grande
era
el
cariño
que
tenía
a
su
yegua
blanca
de
ojos
color
pizarra
y
a
nadie
le
extrañaba;
su
belleza
y
poderío
despertaba
el
asombro
de
todos.
Albina,
la
yegua,
era
más
conocida
en
las
aldeas
y
villas
de
la
ribeira
del
Neira
que
el
mitológico
“Pegasus”;
eran
muchos
los que
creían
que
Albina y Domingo nunca
podrían
vivir
separados,
como
si
de
amantes
se
tratara,
nadie se atrevía acercarse a ellos.
La
vida
sonreía
a
Domingo
do
Rego,
nada,
ni
nadie
se
interponía
a
los
deseos,
al
menos
eso
parecía;
era bien
recibido,
e
incluso
agasajado
en
todos
los
lugares
menos
en
la
casa
del
maestro
Don
Vicente.
El
maestro tras una gran amistad con la Casa do Rego anda enemistado y
desde aquellos años de la escuela en los que no permitía a sus
hijas e hijos “ni mirarse con los do Rego y menos dirigirse la
palabra”;
saber
no
se
sabe
porqué,
se
tiene
por
cierto
que
dejó
escrito
a
sus
herederos
antes
de
morir
“que
nunca
dejéis
entrar
en
esta
casa
a
los
do
Rego
por
los
muchos
males
que
me
han
hecho”
Algo
muy
grave
tuvo
que
suceder
para
que
el
ponderado
y
juicioso
maestro
adoptara
esta
postura
¿Que
pudo
ocurrir?
Si
alguien
lo
sabe,
calla.
Callar,
calla hasta el viento que vio partir rumbo a Buenos Aires a la más
linda moza que se viera por los contornos de Quixadoro,
María del Carmen, la hija pequeña del maestro zarpo para la
Argentina donde le esperaba una nueva vida junto a los hermanos del
maestro. Marcho en silencio, sin apenas tiempo para pensar sin que
nadie le conociera amores o pretendientes; amor tenía y amor
abandonaba...
Era
don
Vicente
el
maestro,
un
hombre
corpulento,
rubio,
de
barba
larga,
bien
cuidada,
sobrio,
tenaz,
un buen
mozo
que
siguiendo
la
tradición
familiar,
ingresó
en el seminario
de
Lugo,
donde
cursó
estudios
eclesiásticos,
sin
llegar
a
ordenarse
sacerdote,
a punto estuvo,
pero abandonó y se trasladó a Madrid. Después de unos retornó
a
Quixadoro
e
hizo
importantes
compras
de
tierras
para
su
patrimonio,
levantando
su
casa
en
una
de
las
fincas
adquiridas
a
la
casa
do
Rego
con
quien
en
aquellos
tiempos
mantenía
una
estrecha
amistad.
Hay
quienes
creen
que
la
amistad
se
transformó
en
enemistad
por
culpa
de
las
luchas
carlistas.
De
todos
era
sabido
que
Don
Vicente
anduvo
al
servicio
de
la
reina
Victoria
en
aquellos
años
que
paso
en
la
capital
del
reino
y
también
quienes
piensan
que
las
desavenencias
llegaron
entre
amores
no
consentidos
o
prohibidos.
Versiones
hay,
y
para
todos
los
gustos.
Que
la
amistad
con
la
casa
do
Rego
fue
algo
más
que
afecto,
es
seguro
y
que
la
devoción
que
sentía
por
él
la
preciosa
Isaura,
la
mas
joven
de
las
hijas
de
Antón
do
Rego,
pasó
de
la
veneración
al
amor,
es
más
que
posible,
por
muy
bien
casada
que
estuviera...
Benito
das Grovas guarda un ceremonioso silencio mientras recorre con la
mirada los rostros de sus oyentes buscando despertar el mayor
interés... Hay una serie de hechos que se dieron al tiempo de la
desaparición de Domingo do Rego que bien pudieron estar directamente
relacionados;
poco
tiempo
después
de
la
“desaparición”
de
Domingo
do
Rego.
Germán
das
Portelas,
vecino
de
la
coruñesa
aldea
de
Culleredo
paseaba
del
ramal,
lleno de entusiasmo y alegría una
hermosa yegua
blanca.
Iba
satisfecho por
la
excelente
compra.
¡Con
arreos
y
todo,
decía, mientras se frotaba las manos!
Callaba
el
hombre,
eso
si,
que
no
era
posible
montarla
y los esfuerzos que tenía que hacer para sujetarla; al
menor
descuido
escapaba. Huyo tantas veces, fue tanto el esfuerzo que echo un velo
sobre su desaparición. ¡No fue capaz
de
encontrarla!
Al
cabo
de
unos
meses
las
gentes
de
Quixadoro
comenzaron
a
hablar
sobre
las
extrañas
galopados
de
un
caballo
sin
jinete
que
aparecía
en
las
noches
de
luna
clara
recorriendo
retador
las
cumbres
de
las
sierras;
no tardaron en dar
por
hecho
que
se
trataba
de
la
yegua
de
Domingo
do
Rego.
Los
rumores
no
tardaron
en
hacerse
verosímiles
y
había
incluso
quienes
veían
a
Domingo
do
Rego
montado
sobre
su
yegua
albina.
Una
incierta mañana, la yegua apareció sudorosa y sin aparejos ante la
da casa do Rego. No la querían y la vendieron en la feria de ganado
de la Villa y al día siguiente volvió aparecer, así, una y otra
vez, nadie la quiso comprar y no tuvieron otra que cuidarla y
alimentarla. La dócil yegua se había transformado tan brava e
indomable que nadie era capaz de montarla pero allí en la Casa do
Rego hasta los ojos color pizarra cambiaban de color.
A
Quixadoro llegó el rumor que “allá” en la Argentina,
María del Carmen la hija del maestro había contraído matrimonio;
se decía que envió fotos de la ceremonia a su familia aunque, eso
si, en ninguna se podía reconocer al novio y al mismo tiempo, por
raro que parezca y curioso que resulte, en la casa do Rego
recibieran una carta con el mismo matasellos de la zona portuaria de
la capital federal de Argentina y tal parece que contenía
fotografías.
Don
Vicente era un caballero; entre las cualidades de caballero, el honor
es sagrado y, lo acaecido en la Casa do Rego era algo más que una
cuestión de honor “... los muchos males que me han hecho” puede
que no fuera otra cosa que una forma de proteger la sangre; Domingo
do Rego fue el fruto de un amor prohibido y por tanto, sangre de su
sangre, igual que la sangre de María del Carmen.
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