12 julio 2012

DOMINGO DO REGO

CONTOS, LEENDAS E HISTORIAS DA COMARCA DE ANCARES


Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Especialmente dedicado a mis amigos de la infancia
XARDONMANROFER


Ante el fuego, acogido en su calor, intentando en vano aliviar los dolores reumáticos Benito das Grovas desgrana pausadamente sus recuerdos; historias próximas, reales o ficticias, según se quiera o se mire, tal es el caso de las aventuras y desventuras de Domingo do Rego...
Benito das Grovas siempre comienza igual sus relatos: Acordarme, acordome, non moi ben, pero me acuerdo: Dicen que anochecía cuando Domingo do Rego salió de la aldea montado en su blanca yegua, siguiendo la senda de tralagar camino de Xudrio y que se le vio desaparecer tras vadear el Neira...Después, todo fueron habladurías. Del rubio y atractivo mozo nunca más se supo.

Benito das Grovas aprovecha el interés de la concurrencia para introducir una alegoría “Los que vienen a este mundo, no eligen ni donde, ni cuando, pero de poder hacerlo, muchos elegirían nacer en la Casa do Rego”. No hay duda del señorío e hidalguía de los Rego que se remonta a los tiempos del rey Don García; así lo atestigua el escudo de armas que tienen en la fachada de su casa.

Domingo vino a este mundo llorando desaforadamente y antes del tiempo previsto por la naturaleza; tal vez tuviera prisa por salir, tanta que su madre estuvo a punto de malparirlo y gracias a los cuidados de la mujer del maestro Don Vicente logró conservarlo hasta los siete meses.
Desde ese mismo momento quedó marcado por la prisa y el deseo de hacer las cosas con urgencia nunca le abandonaría. Prisas para crecer y aprender, para amar y ser amado, para comerse el mundo, y argumentos no le faltaban. Apuesto e inteligente y rico, podía permitirse, sino todo, casí todo. Las jóvenes suspiraban por su amor y se decía, en aquellos tiempos, que no había mejor mozo en toda la ribera, ni estampa más bonita que la que formaba Domingo a lomos de su blanca yegua. Jinete y caballo parecían estar hechos el uno para el otro. Muy grande era el cariño que tenía a su yegua blanca de ojos color pizarra y a nadie le extrañaba; su belleza y poderío despertaba el asombro de todos. Albina, la yegua, era más conocida en las aldeas y villas de la ribeira del Neira que el mitológicoPegasus”; eran muchos los que creían que Albina y Domingo nunca podrían vivir separados, como si de amantes se tratara, nadie se atrevía acercarse a ellos.

La vida sonreía a Domingo do Rego, nada, ni nadie se interponía a los deseos, al menos eso parecía; era bien recibido, e incluso agasajado en todos los lugares menos en la casa del maestro Don Vicente.
El maestro tras una gran amistad con la Casa do Rego anda enemistado y desde aquellos años de la escuela en los que no permitía a sus hijas e hijos “ni mirarse con los do Rego y menos dirigirse la palabra”; saber no se sabe porqué, se tiene por cierto que dejó escrito a sus herederos antes de morirque nunca dejéis entrar en esta casa a los do Rego por los muchos males que me han hechoAlgo muy grave tuvo que suceder para que el ponderado y juicioso maestro adoptara esta postura ¿Que pudo ocurrir? Si alguien lo sabe, calla.
Callar, calla hasta el viento que vio partir rumbo a Buenos Aires a la más linda moza que se viera por los contornos de Quixadoro, María del Carmen, la hija pequeña del maestro zarpo para la Argentina donde le esperaba una nueva vida junto a los hermanos del maestro. Marcho en silencio, sin apenas tiempo para pensar sin que nadie le conociera amores o pretendientes; amor tenía y amor abandonaba...

Era don Vicente el maestro, un hombre corpulento, rubio, de barba larga, bien cuidada, sobrio, tenaz, un buen mozo que siguiendo la tradición familiar, ingresó en el seminario de Lugo, donde cursó estudios eclesiásticos, sin llegar a ordenarse sacerdote, a punto estuvo, pero abandonó y se trasladó a Madrid. Después de unos retornó a Quixadoro e hizo importantes compras de tierras para su patrimonio, levantando su casa en una de las fincas adquiridas a la casa do Rego con quien en aquellos tiempos mantenía una estrecha amistad. Hay quienes creen que la amistad se transformó en enemistad por culpa de las luchas carlistas. De todos era sabido que Don Vicente anduvo al servicio de la reina Victoria en aquellos años que paso en la capital del reino y también quienes piensan que las desavenencias llegaron entre amores no consentidos o prohibidos. Versiones hay, y para todos los gustos. Que la amistad con la casa do Rego fue algo más que afecto, es seguro y que la devoción que sentía por él la preciosa Isaura, la mas joven de las hijas de Antón do Rego, pasó de la veneración al amor, es más que posible, por muy bien casada que estuviera...

Benito das Grovas guarda un ceremonioso silencio mientras recorre con la mirada los rostros de sus oyentes buscando despertar el mayor interés... Hay una serie de hechos que se dieron al tiempo de la desaparición de Domingo do Rego que bien pudieron estar directamente relacionados;
poco tiempo después de ladesaparición” de Domingo do Rego.

Germán das Portelas, vecino de la coruñesa aldea de Culleredo paseaba del ramal, lleno de entusiasmo y alegría una hermosa yegua blanca. Iba satisfecho por la excelente compra. ¡Con arreos y todo, decía, mientras se frotaba las manos! Callaba el hombre, eso si, que no era posible montarla y los esfuerzos que tenía que hacer para sujetarla; al menor descuido escapaba. Huyo tantas veces, fue tanto el esfuerzo que echo un velo sobre su desaparición. ¡No fue capaz de encontrarla!
Al cabo de unos meses las gentes de Quixadoro comenzaron a hablar sobre las extrañas galopados de un caballo sin jinete que aparecía en las noches de luna clara recorriendo retador las cumbres de las sierras; no tardaron en dar por hecho que se trataba de la yegua de Domingo do Rego. Los rumores no tardaron en hacerse verosímiles y había incluso quienes veían a Domingo do Rego montado sobre su yegua albina.
Una incierta mañana, la yegua apareció sudorosa y sin aparejos ante la da casa do Rego. No la querían y la vendieron en la feria de ganado de la Villa y al día siguiente volvió aparecer, así, una y otra vez, nadie la quiso comprar y no tuvieron otra que cuidarla y alimentarla. La dócil yegua se había transformado tan brava e indomable que nadie era capaz de montarla pero allí en la Casa do Rego hasta los ojos color pizarra cambiaban de color.

A Quixadoro llegó el rumor que “allá” en la Argentina, María del Carmen la hija del maestro había contraído matrimonio; se decía que envió fotos de la ceremonia a su familia aunque, eso si, en ninguna se podía reconocer al novio y al mismo tiempo, por raro que parezca y curioso que resulte, en la casa do Rego recibieran una carta con el mismo matasellos de la zona portuaria de la capital federal de Argentina y tal parece que contenía fotografías.

Don Vicente era un caballero; entre las cualidades de caballero, el honor es sagrado y, lo acaecido en la Casa do Rego era algo más que una cuestión de honor “... los muchos males que me han hecho” puede que no fuera otra cosa que una forma de proteger la sangre; Domingo do Rego fue el fruto de un amor prohibido y por tanto, sangre de su sangre, igual que la sangre de María del Carmen.

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